Pareja, evolución y evolución en pareja
1/10/2025
Hoy en día, vivimos en tiempos confusos en la configuración de la pareja, que de alguna manera anuncian los últimos coletazos de lo que conocíamos como "pareja para toda la vida". Esto ha venido por varias causas, siendo muchas de ellas buenas noticias, como por ejemplo, la superación del sometimiento socioeconómico de la mujer al hombre, la mayor libertad para elegir pareja y la capacidad para orientarse sexualmente hacia la opción más acorde con uno mismo.
Llegados a este punto, hay autores que hablan de la monogamia secuencial, es decir, tenemos más probabilidades de tener dos, tres, cuatro o más parejas a lo largo de la vida, lo que conlleva pagar un elevado precio emocional. Esta circunstancia nos otorga gran flexibilidad y libertad; nos trae mucho amor, compañía y afectos, pero también mucho dolor, ya que las rupturas y pérdidas dirigen inevitablemente a las personas a asomarse al abismo existencial que supone recomponer formatos familiares y de convivencia, con un alto coste vital. La reflexión que queremos hacer desde aquí es que quizás nos convendría más orientar la energía y la intención en construir ese lugar interior desde el que convertirnos en las mejor pareja posible, ya que esto cambia el foco de atención, lo dirige a uno mismo y genera respuestas diferentes.
En la mayoría de las ocasiones, vamos a la pareja con creencias de segunda mano, dinámicas arrastradas de nuestra familia de origen, convenciones sociales, tendencias de nuestro carácter y puntos ciegos en el retrovisor de nuestra propia conducta; circunstancias todas ellas, que dificultan sentir la alegría y la calidez que el tránsito del camino en pareja debería reportarnos. La idea de que una pareja debe hacernos felices no solo es una creencia errónea a nivel individual, sino que también forma parte de nuestro imaginario colectivo. Esto se debe a que la pareja es un ingrediente, aunque no el único, en ese estado interno que experimentamos como gozo y armonía. Este estado se basa en sentirnos vinculados, pertenecientes, unidos y en familia, Como mamíferos, como seres gregarios y sociales; necesitamos la caricia y el reconocimiento del otro, lo que nos nutre y vitaliza. De lo expuesto hasta aquí, podemos destacar la importancia de llevar a cabo un proceso personal que nos permita cimentar y crear en nosotros, ese lugar desde el que ofrecer a otra persona los elementos fundamentales que sostienen y nutren una relación.
Si ponemos atención e intención en este proceso, seremos capaces de ofrecer un amor adulto, un amor que acepta y sabe sostener las sombras del otro, y es capaz de armonizar las diferencias, otorgando a la relación una gran libertad, ahondando en una conexión más allá de lo que se suele aspirar al pensar en una vida en pareja.
La mayoría de las parejas reales (no aquellas con las que fantaseamos) coinciden en que su trayectoria no ha sido un camino de rosas; detrás de ellos hay una evolución compartida, resultados de las dificultades particulares que han enfrentado. Al compartir el camino con alguien, uno cambia e inevitablemente evoluciona en alguna medida. Somos un gerundio; es decir, somos siendo. ¿Qué ayuda en este proceso que nos prepara para ser pareja y aporta dirección, sentido y estructura a la relación?
Que cada uno pueda ser quien es, sin exigir a nadie que sea diferente. La pareja debe relacionarse desde su verdad íntima. En este momento, se abren las puertas al bienestar, a la plenitud y a la expansión. Uno de las regalos más bellos que podemos ofrecer a nuestra pareja es amarla tal como es, por sí misma. Si sentimos que esto se vuelve demasiado pesado para nosotros y no podemos sostenerlos, siempre estaremos legitimados para reorientarnos en otra dirección.
Que exista una igualdad de rango real entre los miembros de la pareja que invite a la cooperación no a las luchas de poder. Esto quiere decir: ni mejor ni peor, ni por delante ni por detrás, ni arriba ni abajo, sino lado a lado como iguales.
Que se establezca un equilibrio solidario entre lo que cada uno da y recibe en el seno de la relación, ya que los desequilibrios generan desencuentros. Si alguien solo da o toma, la pareja está amenazada porque corre el riesgo de materializar un formato materno filial en lugar de uno entre adultos.
Que se dé en la pareja una sexualidad sana, lúdica, íntima y satisfactoria. La relación sexual desencadena una respuesta hormonal y emocional muy intensa y que genera un gran bienestar entre los miembros de la pareja.
Que conozcamos el estilo de apego que hemos desarrollado en la infancia y que determina dinámica relacionales muy concretas y que, en demasiadas ocasiones, generan grandes dosis de malestar.
Que arrojemos luz sobre los modelos de pareja heredados de nuestra familia de origen o de nuestros cuidados principales, ya que forman estructuras sólidas que están profundamente arraigadas en nosotros y de las que tenemos muy poca conciencia.
Por último, hay que recordar que el mapa no es el territorio y que no existen recetas mágicas para las relaciones. Sin embargo, el propósito de este texto es ofrecer una breve guía que nos muestre hitos en el camino y que nos ayuden a valorar los hondos y delicados matices que pueden surgir del vínculo entre dos adultos maduros y responsables, elevando nuestras relaciones a un nivel superior.
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